Mirando hacia Cristo con arrepentimiento mientras nos confiamos en Él – lo que forma parte del momento inicial de nuestra conversión y salvación en Jesus Cristo – es una actitud que se debe conseguir día a día después, mientras vivamos. De eso depende nuestra liberación de la vergüenza del pecado y de su culpabilidad. Nuestra comprensión de esa dimensión de la fe cristiana se puede enriquecer muchísimo si conocemos el contexto de lo que dice Jesús a Nicodemo Juan 3:14-16 basado sobre Números 21:4-9
Miramos a lo que Jesús dijo a por dentro del contexto del dialogo (Juan 3.14-21):
1Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. 2Éste fue de noche a visitar a Jesús. –Rabí –le dijo–, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él. 3–De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios –dijo Jesús. 4–¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo? –preguntó Nicodemo–. ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer? 5–Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios –respondió Jesús–. 6Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. 7No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo.” 8El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu. 9Nicodemo replicó: –¿Cómo es posible que esto suceda? 10–Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? –respondió Jesús–. 11Te digo con seguridad y verdad que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto personalmente, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. 12Si les he hablado de las cosas terrenales, y no creen, ¿entonces cómo van a creer si les hablo de las celestiales? 13Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.
Mientras Jesús está explicando que para entrar en el cielo con Jesús no basta hacer buenas cosas como lo pensaron muchos de los fariseos de esta época, lo que se necesita es una experiencia de transformación espiritual por dentro de la persona individual. Eso es algo que no podemos hacer por nosotros mismos, es la parte de Dios, de su Espíritu. Es un nacimiento que no se puede producir por ningún otro que Dios. Es un don. Es una gracia. Es algo que no esta dado sobre la base de nuestros méritos, sino de la sola voluntad de Dios que nos ama y nos dio su Hijo para que sea posible esa trasformación. Pero Dios nos pide que pongamos nuestra confianza en Cristo como dice Juan 3.14-21:
14»Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15para que todo el que crea en él tenga vida eterna. 16»Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. 19Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. 20Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto.
Así que la parte de Dios es que nazcamos del Espíritu (Juan 3.1-13), pero la parte nuestra es que creemos en Él que murió para que tengamos vida eterna (Juan 3.14-21). Favor de bien observar que también menciona ese pasaje cual es la razón para no recibir este don de parte de Dios. Hay personas que a ellos no le gusta la luz, porque prefieren ignorancia. Pero a todos los que aceptan la luz de Dios, su verdad, y esta dispuestos a vivir en la luz, porque tienen confianza en Cristo, Dios les hace nacer del Espíritu, eso es nacer de nuevo.
(Fotografía de una pintura de Cécile Beaulieu, utilizada con permiso)
Ahora miramos en el Antiguo Testamento para entender la referencia de Juan 3.14 a la serpiente en el desierto levantada por Moisés. Leemos Números 21:4-9 al respecto:
4 Los israelitas salieron del monte Hor por la ruta del Mar Rojo, bordeando el territorio de Edom. En el camino se impacientaron 5 y comenzaron a hablar contra Dios y contra Moisés: –¿Para qué nos trajeron ustedes de Egipto a morir en este desierto? Aquí no hay pan ni agua! Ya estamos hartos de esta pésima comida! 6Por eso el SEÑOR mandó contra ellos serpientes venenosas, para que los mordieran, y muchos israelitas murieron. 7El pueblo se acercó entonces a Moisés, y le dijo: –Hemos pecado al hablar contra el SEÑOR y contra ti. Ruégale al SEÑOR que nos quite esas serpientes. Moisés intercedió por el pueblo, 8y el SEÑOR le dijo: –Hazte una serpiente, y ponla en un asta. Todos los que sean mordidos y la miren, vivirán. 9Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y vivían.
Los israelitas «se impacientaron y comenzaron a hablar contra Dios» (Números 21:4). Criticaron no sólo a Moisés, sino antes de todo, criticaron a Dios. La solución que Dios les dio consistía en pedirles de elegir la obediencia tras mirar al serpiente, lo que era una manifestación de fe exigiendo de parte ellos un arrepentimiento a veces que la confianza. A todos los que aceptaron esta sencilla acta de fe fueron salvado de la muerte. Es lo mismo para nosotros también en el siglo 21 – sea en el momento inicial de nuestra conversión, sea cuando pecamos después de haber empezado a caminar en la luz de Dios.
Para las versiones inglés y francés, ver: Looking towards Christ y Regarder vers Christ.
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Daniel Garneau, B Th, B Com, MA.
Resumen creado el 7 de agosto de 2015 y revisado el 8 de junio de 2018.
Comentarios abiertos al público desde el 5 de enero de 2018.
Edición : el 22 septiembre 2023.